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jueves, 23 de junio de 2011

El barrio como espacio pedagógico: Una escuelita itinerante (Brasil)


Una experiencia en Vitoria, Brasil

 “Atención a niños de 0 a 4 años
haciendo de cada niño un ciudadano
de cada comunidad un espacio escolar
y de cada participante un educador”.




 
Sementinha” es un proyecto educativo para niños de 4 a 6 años que funciona en barrios pobres de tres ciudades brasileñas: Victoria, en Espíritu Santo, y San Francisco y Sabará, en Minas Gerais. El proyecto es desarrollado por un organismo no-gubernamental, el Centro Popular de Cultura e Desenvolvimento (CPCD), con sede en Belo Horizonte, Minas Gerais. El proyecto se inició en 1984, con apoyo de las fundaciones Bernard Van Leer y Kellogg. Trabaja con lo que en Brasil suelen llamar “poblaciones carentes”, es decir, poblaciones pobres. En el caso de Victoria, el trabajo se hace en el barrio Resistencia, el basural de la ciudad. Los niños encuentran en el proyecto un espacio de socialización y juego, aprenden nociones de alfabetización, salud, higiene y ecología, y aprenden a fabricar sus propios juguetes, con materiales de desecho. Como elementos metodológicos del proyecto se destacan: la rueda, la cual se hace al inicio y fin de las actividades del día; la pauta, que es el plan de trabajo diario y semanal, y la evaluación y la memoria del trabajo, llevadas por los coordinadores, nombre con el cual se conoce a las personas que conducen el proyecto.

El aspecto más novedoso del proyecto está en que se trata de una “escuelita itinerante”, sin espacio ni local fijo, sin aulas. Niños y coordinadores hacen del barrio el espacio de aprendizaje y de cualquier lugar un espacio para encontrarse y aprender. “Sementinha” se da a conocer, por ello, como “a escola debaixo do pé de manga”, es decir, “la escuela debajo del árbol de mango”. En el proyecto intervienen y son considerados educadores no únicamente los coordinadores sino los padres y madres, los hermanos mayores, familiares y vecinos, es decir, todos aquellos que tienen que ver con la educación de los niños. Lo que se aprende en "la escuelita”, como la llaman todos, son fundamentalmente los saberes y haceres -la cultura- de la propia comunidad.

Niños y educadores se reúnen a jugar, cantar, dibujar, fabricar juguetes, leer, contar historias, en los espacios disponibles en cada barrio: debajo de un árbol, en una esquina, en la iglesia, en el mercado, en la calle, en la casa de un vecino, en las propias casas de los niños. Diariamente, en la rueda, antes de empezar la jornada, alumnos y coordinadores deciden qué van a hacer y aprender ese día, y cuál va a ser el itinerario. Aquí, en este círculo, agarrados de las manos, entre todos, se toman las decisiones, se ventilan los problemas y se hacen las propuestas.

A las 7 u 8 de la mañana, cada grupo de niños (por lo general no más de 15) y su coordinador(a) se encuentran en un lugar acordado de antemano, la iglesia, por ejemplo, y desde ahí inician el recorrido acordado. Una de las paradas es la casa de uno de los niños; los padres de familia rotan como anfitriones del grupo. Cada madre anfitriona tiene el compromiso de preparar un té de hierbas medicinales. Los niños se sientan en el suelo, formando un círculo, y se encargan de servir el té. La “ceremonia del té” se aprovecha, de este modo, no solamente como un espacio de socialización y dinamización familiar y comunitaria, sino para reforzar entre los niños y sus familias los saberes y prácticas en torno a las plantas medicinales de la región. Algunas madres, cuando pueden, preparan arroz cocido y papaya verde para agasajar a los invitados.

Niños y niñas van por la calle cantando, brincando, mezclándose con la vida cotidiana de la gente - “la escuelita pasó por aquí dos veces hoy”, escuchamos decir al peluquero, por ejemplo - y haciendo de cada lugar un espacio y un pretexto para aprender. En las paradas para tomar el té, es decir, en las casas de los niños, se aprovecha lo que hay a la vista -muebles, adornos, fotos, álbumes- como tema generador. Al final de la mañana, en la rueda, se evalúa la jornada del día. Luego los niños emprenden el camino de vuelta a su casa.

Las opiniones de madres y padres de familia sobre el proyecto son muy positivas; no obstante, como es obvio, hay quienes ven la falta de local como un problema antes como una innovación. La asociación escuela = edificio es muy fuerte no únicamente entre los pobres y entre los políticos sino en toda la sociedad, y es muy difícil de romper. Lo que para unos puede ser “innovación” educativa, para otros es llanamente ausencia, pérdida, signo de precariedad y de pobreza. No obstante, lo interesante de este proyecto es el haber logrado convertir una carencia en un recurso pedagógico, cultural y social de gran riqueza y potencial, en torno al cual se articula todo el proyecto educativo.

En 1997, la Universidad Federal de Río Grande do Sul empezó a implantar un programa similar, inspirado en éste, en la periferia de Porto Alegre. En 1998, “Sementinha” fue calificado como “proyecto ejemplar” por la Secretaría de Educación de Minas Gerais y como “ejemplo de modelo educacional para los países del Tecer Mundo” por parte de la Organización Mundial de Educación Preescolar (OMEP). Tião Rocha, creador y director del CPCD, ganó el Premio Emprendedor Social 2007 en Brasil.  


FUENTE:ROSA MARIA TORRES

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