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viernes, 4 de febrero de 2011

Detrás del manejo de la lengua hay actitudes discriminatorias


 
Debate en Uruguay sobre el uso e hibridación del lenguaje.
Según una investigadora, cuando se dice que los jóvenes deforman el idioma, se está diciendo, en forma solapada: no me gustan los jóvenes; cuando se dice que los programas argentinos de televisión nos invaden y deforman el idioma, en realidad lo que hay es una inseguridad lingüística y un complejo de inferioridad frente al vecino poderoso; y cuando se ataca el portugol (mezcla de español y portugués) se discrimina a las poblaciones de frontera.
El español es la lengua de 21 países y de 350 millones de hablantes. Tiene una unidad sólida, al menos siete siglos de historia y un prestigio literario universal. Pero como toda lengua extendida a lo largo del tiempo y del espacio tiene diversas variedades, algunas extintas y otras que conviven en la actualidad. Sin embargo, no todas las variedades gozan de buena reputación.
Desde hace unos meses se instaló en Uruguay un debate cuyo centro está en la forma que tienen sus habitantes de hablar español. El Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay impulsó, a través de su titular, Yamandú Fau, una campaña -sin ánimo sancionatorio ni censurador- en la que se llama a "defender el idioma". Pero la iniciativa fue impugnada por varios lingüistas.
En coincidencia con este debate la lingüista uruguaya Graciela Barrios, del Departamento de Lingüística de la Facultad de Humanidades, está desarrollando una investigación titulada Lengua estándar y prescripción idiomática en Uruguay. Esta investigación pretende detectar la ideología lingüística que hay detrás de las prescripciones estatales en política lingüística.
"Detrás de las políticas de dirigir la lengua hay actitudes discriminatorias", comenta Barrios. "Cuando se dice que los jóvenes deforman el idioma es una forma solapada de decir: no me gustan los jóvenes, pero como no puedo decirlo directamente, digo que hablan mal. Cuando se dice que los programas argentinos de televisión nos invaden y deforman el idioma, en realidad lo que hay es una inseguridad lingüística y un complejo de inferioridad frente al vecino poderoso. Este tipo de debates, en realidad, son una excusa para decir otras cosas, porque en ellos nunca se habla seriamente de los problemas de la lengua", asegura la científica.
Barrios explicó que la posición de un académico de la lengua y la de un docente de español son naturalmente opuestas. "El docente de Idioma Español tiene que enseñar la variedad estándar del español. Tiene que enseñar a escribir, corregir la ortografía y todas esas cosas. El niño no va a la escuela para que el maestro le diga que hable como quiera. El docente de español es un profesional de la lengua estándar. Pero para el lingüista la lengua estándar es una de las tantas variedades del idioma, ni mejor ni peor que otras".
Barrios, que también asesora al instituto que forma a los profesores de la educación secundaria de Uruguay, entiende que en una sociedad como la nuestra, donde existen ciertos requerimientos de comunicación, es necesario enseñar la variedad estándar del español. "En este tipo de sociedades "hablar mal" puede generar actitudes negativas y determinar que alguien no consiga un trabajo. Si viviéramos en una sociedad homogénea, donde las diferencias no existieran o no importaran, otro sería el cantar. Pero hay que ver de qué manera se enseña el español: no es adecuado enseñar su variedad anacrónica, es necesario hacerlo de una manera funcional. También hay que preguntarse porqué a los adolescente les cuesta tanto aprender la variedad estándar. ¿Es sólo una falla del sistema pedagógico? Uno habla la variedad con la que se identifica.
En entrevistas que hicimos recogimos respuestas como "yo no voy a hablar como la concheta (presumida) de la profesora de idioma español. Eso nos informa de que hay otros aspectos que importan a la hora de hablar". Las lenguas son, como las sociedades que las hablan, organismos vivos. Desde que la lingüística se constituyó en una ciencia -a partir de los cursos de Ferdinand de Saussure, en la década de 1910- se sabe que la lengua tiene un doble carácter: el de mantenerse estable y el de transformarse.
Una generación de determinada comunidad hablará la misma lengua que su predecesor, pero su lengua será diferente a la que hablen los individuos de 10 generaciones posteriores. Los lingüistas entienden que el español, por ejemplo, es un estadio del latín, como lo son las otras lenguas romances: el italiano, el portugués, el francés y el rumano. Desde este punto de vista, la tan mentada frase que asegura que "se está degradando el español" es una falacia. ¿Qué español se debería hablar, el español en el que escribió Jorge Luis Borges o el de Miguel de Cervantes, el que se hablaba en Castilla en el siglo pasado o en el que escribieron los autores del siglo de oro español? ¿Si un idioma se degrada, lo correcto entonces sería hablar en latín, que también tiene sus diferentes estadios, o mejor aún, en su predecesor, el indoeuropeo?
A este fenómeno se suma otro. El corpus total de una lengua está diseminado por entre todos sus hablantes -y los textos que ellos producen- y no en un individuo o un grupo de ellos. Una lengua tiene distintas variedades y dialectos que también se transforman a lo largo del tiempo y del espacio. Sin embargo, su transformación no la puede realizar una sola persona o 100 de ellas, ni siquiera 1.000. ¿Cuál es el español correcto, el de Madrid, que difiere del de Barcelona, el de Montevideo, el de Bogotá, el de Buenos Aires, o el de las zonas rurales, donde la transformación es más lenta, de cada uno de los países hispanoparlantes? ¿Uno es mejor que otro? Como si esto fuera poco, la lenguas son permeables a la influencia de otras lenguas.
En el español presuntamente correcto hay miles de palabras que provienen del latín, del griego, del árabe y de muchas otras lenguas. Desde este punto de vista, alarmarse por la invasión de palabras del inglés o de cualquier otro origen es infundada, cuando no ingenua. La posición de la sociolingüística es que no hay que sustituir la forma "correcta" por la "incorrecta", sino agregarlas. La idea es que el hablante esté capacitado para hablar de la manera adecuada según las circunstancias de habla, no hay una sola forma de comunicación. El lenguaje es un hecho social y no hace más que reflejar a la sociedad, por eso hay tantas variaciones.
Dialecto portuñol.
En la frontera entre Uruguay y Brasil, donde la mezcla del portugués y el español da por resultado un dialecto llamado portuñol (o lengua de frontera) es uno de los hechos lingüísticos más estudiados por los investigadores uruguayos y más atacado por las políticas educativas. Tradicionalmente, el estado uruguayo ha intentado combatir este dialecto. "Lo que hay que hacer en esa zona, es lo que se está haciendo", dijo el ministro de Educación y Cultura, Yamandú Fau. "Enseñar portugués y español. Si se va hablar, que se hable bien. Si hablamos español, que sea un buen español. Si se habla portugués, que se hable un buen portugués".
La lingüista Graciela Barrios sostiene una posición antagónica. "La posición estatal frente al portuñol tiene su comienzo en el siglo pasado, cuando ya se percibía como un problema a solucionar. En el discurso oficial se dice que la gente tiene derecho a hablar bien el español y hablar bien el portugués. Esa es una de las cosas que más criticamos, porque el objetivo de esta política es que desaparezca el dialecto, con la falsa creencia de que los hablantes tienen derecho a hablar una lengua como Dios manda.
Con argumentos seudotécnicos se dice que los niños primero deben aprender el español para luego aprender el portugués. Pero si se enseña portugués, por su puesto, se va a imponer la variedad estándar, la que está en las gramáticas, con el fin de hacer desaparecer al dialecto. Para nosotros la lengua de frontera es un patrimonio cultural y no debe desaparecer", opina la lingüista.
Barrios sostiene que detrás de esa posición hay "una fuerte discriminación hacia ese grupo de hablantes". Barrios trabajó en España sobre la política de catalanización que se dio hace unos años en Cataluña. "El prestigio de una lengua está relacionado con el poder económico de sus hablantes. En España los catalanes realizaron un despliegue económico fabuloso para imponer su lengua. Porque es el caso opuesto: un grupo oprimido durante años que reivindicó su lengua.
En Uruguay se dice pobrecitos los de la frontera que hablan portuñol. Pero si el portuñol lo hablara la clase dominante no se trataría de desterrar. Claro que en España nadie va a decir pobrecitos los catalanes". Señaló que hace unas décadas los habitantes de la zona norte del territorio uruguayo eran, en su gran mayoría, luso hablantes, pero que en la actualidad son bilingües, con tendencia al monolingüismo.
La científica recordó que durante la dictadura militar que gobernó Uruguay en la década de 1970 se llegó a extremos terribles. "Recuerdo que recavamos un cartel en Rivera (uno de los departamentos fronterizos de Uruguay con Brasil) que decía "Señor padre: habla español, tu hijo te quiere y te imita. ¡Pobre señor padre...!" La investigadora comentó que cuando un niño de la frontera ingresa a la escuela sufre un shock, ya que allí se estigmatiza de forma negativa la lengua que se habla en su casa y que, incluso, los padres se cuidan de hablar portuñol para que el niño no sea discriminado en la escuela. "A esa altura de la política lingüística los padres se transforman en microagentes planificadores y se ingresa a una situación de desplazamiento de lengua".
Barrios opina que el dialecto no se debe desterrar o sustituir sino que debe convivir con las otras variedades. "Lo ideal es que uno sepa de qué manera hablar según las circunstancias en las que se encuentra".
Fuente: "Servicio Informativo Iberoamericano de la OEI" - Si desea más información, visite el sitio de la Organización de Estados Iberoamericanos: www.oei.org.co

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